Último acto conmemorativo de los cien años del escritor.
A modo de homenaje póstumo a los mártires del Seguro Obrero, ochenta años después de su masacre, se leyó en el Cementerio General, al pie del monolito que los recuerda, el primer texto que les dedicó Miguel Serrano…
Significado de este día
Trabajo (5-9-1939).
En medio de un mundo que ha perdido el alma y el cuerpo y toma consistencia helada de aluminio o acero, es muy inmenso ver aparecer una aurora. La tierra caminará hacia algo diferente; pero aquí, en América, ya lo somos. Por eso era doloroso ver como nos transformábamos en micos y papagayos.
Aquí en Chile no éramos, sencillamente sucedíamos.
Sucedíamos a través de fórmulas prestadas, caminando veinte años, cincuenta años, tras de Europa, imitándola, por falta de valentía o de fe, poniendo de moda aquello que allá se desechaba por inútil.
Durante más de cincuenta años el chileno perdió su fe, perdió su corazón, su esencia. Sucedió en torno a una corriente dolorosa, mezcla de sentimiento de inferioridad ante Europa y de pesimismo enorme por todo lo que pudiera significar un cambio en su condición económica o vital. Si en ciertos momentos pareció brillar una chispa, una luz, los mismos que la prendieron se encargarían de apagarla, soplando fuertemente con sus labios indecisos, indefinidos y crueles.
Pero no los culpamos. El desarrollo de los países, de los continentes o de los cielos es lento, necesario y fatal. Por eso en América la lucha es principalmente de generaciones.
Es en la nueva generación donde aparece la fe en Chile, el presentimiento de una realidad distinta, el sentido del sacrificio, de la responsabilidad, y un optimismo profundo ante el destino. Todo esto, forzosamente, tenía que estrellarse con la corriente gris de las letanías desde el pasado reciente, para llenarnos de miseria.
Desde el 5 de septiembre de 1938, Chile sabe absolutamente que el chileno ha despertado. Desde el 5 de septiembre, el pueblo comprende que ahora es distinto, que sus dirigentes ya no serán más unos mixtificadores, que están dispuestos a morir, y que asumen por entero la responsabilidad de los hechos y las palabras.
El 5 de septiembre es un símbolo de nuestra generación, de la nueva conciencia, de la nueva mentalidad que ella aporta. Es un símbolo del despertar de Chile.
Todo esto venía gastándose lenta y oscuramente, a través del tiempo. Existían las señales y los contactos lejanos. Yo quiero escribir aquí nuevamente el nombre de Héctor Barreto. Quisiera también poder agrupar a todos aquellos que nos pertenecen, quisiera que comprendieran de una vez que la luz estallará ante sus ojos.
La juventud debe estar donde está la juventud, donde está la grandeza.
Todo aquello venía lentamente; pero seguro. Reconozcamos al hombre, al partido, que supo darle un cuerpo. Reconozcamos su necesidad, su fatalidad, su destino histórico. No podía ser de otro modo, y es por esto que tiene que ser.
Por aquí y por allá esta flotando el mismo espíritu; pero no adquiere su conciencia ni —ahí donde está— encontrará sus posibilidades y sus instrumentos de desarrollo. Es solo por esto que combatimos. Es por esto solo que deseamos que los nuestros vengan a nosotros, por esto solo que no podemos ir nosotros hacia ellos. Porque es aquí donde los instrumentos y los métodos se han creado conforme al nuevo espíritu.
Mas todo tenía que ser como fue.
Mirad hacia aquel año, hacia aquel día de horror y de gloria. Sentid, comprended el símbolo del 5 de septiembre de 1938, en que lo más noble y lo más sano de una generación se desangrara por salvar a Chile, por abrir sus ojos, por despertarlo, porque aquellos que les pertenecen se remezcan en el centro de sus vidas, porque comprendan.
De aquellos que murieron por todo esto, yo conocí a Óscar Chávez. Es un recuerdo que viene a través de los años y que tiene hondas raíces en mi infancia. Fuimos vecinos cuando niños, compañeros de juegos y de fantasía. Él saltaba al cordel y asistía a clases de box. Su padre era militar, y él tenía el corazón al lado derecho. ¿Cómo olvidarlo? Todos lo sabíamos, él nos lo había dicho. Yo no lo olvidé jamás. Es un recuerdo grabado a mi infancia. Al extremo que cuando pienso en Chávez, no es su imagen la que viene a mí, sino el recuerdo de un corazón, de un gran corazón, que lo abarcaba y lo inundaba. El hecho de que el corazón se hubiera corrido un poco de su sitio lo destacó para siempre. Y el hecho de que Chávez muriera el 5 de septiembre inunda aquella fecha de corazón.
El mundo necesitaba de esto, Chile lo pedía. La oscura corriente gris no podía continuar con su larva cenagosa y mental. El cuerpo moría, lo más sagrado y más caro de la vida se arrugaba, enflaquecía. Se necesitaba el estallido de las fuerzas ocultas, de aquello que es menos bajo, porque es más cálido y más humano.
Nuestra generación tiene el imperativo de percibir los símbolos, de sentirlos también en el corazón. Chile tiene que comprender que, por primera vez, después de mucho tiempo, se ha hecho un llamado a un nuevo centro del hombre. Y el pueblo de Chile ha respondido.
¡Chilenos, debemos comprender que se está haciendo este llamado, que solo él puede salvarnos!