La Nueva Edad, núm. 9 (21-10-41).
¿Cuál es entonces el pequeño destino del sudamericano de hoy? El destino de una «élite», de unos cuantos que, en medio de nuestra tragedia y en el matadero de estas generaciones derrotadas, ayudados por los inquietantes vientos de esta tierra, han penetrado el misterio, siéndoles permitido ver la verdad. Su misión es transmitirla hacia el futuro; porque la obra de la salvación requerirá máxima conciencia y un mundo dirigido por unos cuantos, que conocen la verdad, que saben cuál es y cómo podrá llegarse a ella; pero que también saben que ellos no podrán vivirla y que tendrán que sacrificarse por el hombre.
Es aquí también donde el régimen alemán facilitará su organización y su sistema. En el límite de la historia, los extremos se confunden. Será necesaria la pérdida total de la libertad por la mayoría, la esclavitud casi, para poder recuperar la verdadera libertad del hombre pleno y superior. Será necesario un sistema imperial ecuménico, universal, para que todos los hombres puedan ser dirigidos e impulsados por el verdadero camino, para que se pueda recuperar la vida antiuniversal, conectada a la tierra, anónima, existiendo en un terreno limitado, que se satura y humaniza. Se hace necesaria la educación dirigida, la propaganda, la prensa y la economía controladas, para colocar al hombre de nuevo en su sitial magnífico y legendario.
El destino le pertenece a Sudamérica. Aquí será donde aquellos que dominen el mundo tendrán que intentar liquidar la historia. Tal vez todo no esté tan distante. Pero también es necesario que el sudamericano de hoy cumpla su misión, que es comprender estas cosas y transmitirlas, para enseñarlas a aquellos que las podrán realizar.
Y esta será la nueva, la grande, la verdadera religión, el impulso del futuro.
Es por eso que nosotros, los que comprendemos el verdadero sentido del nacismo, y lo aceptamos y lo ayudamos, intentando imprimirle un rumbo apropiado a la acción de nuestros pueblos, estamos, sin embargo, más allá del nacismo, y lo apreciamos solo como el único medio necesario que el hombre tiene que utilizar.
Últimas consideraciones
Nos excusamos por la extensión inevitable de estas líneas, por lo amplio, pesado y oscuro del tema. Los tiempos son propicios para enunciar estas cosas, porque los grandes acontecimientos actuales nos ofrecen una fácil demostración. La guerra se ha ido extendiendo cada día más. ¿Llegará el instante en que nos alcance? Ojalá entonces estemos actuando honradamente y con idealismos. En el presente, Chile no tiene nada que ganar en ninguno de los dos lados que se coloque. Solo nos pertenece el futuro. Por eso mismo debemos actuar con idealismo, poniéndonos del lado de lo nuevo y de las fuerzas que llevan adelante la revolución mundial. La guerra, al extenderse, puede, según el decir de algunos, eliminar la posibilidad de un ganador y llevar la destrucción y la desolación al mundo. A pesar de todo, esto sería mejor aun que seguir como hasta hoy y mejor a que vencieran los poderes anglosajones y judíos. Porque la destrucción de lo que se ha llamado civilización no es la destrucción de la vida y significa un cambio, una vuelta a empezar de nuevo, desde los comienzos, junto a los ríos, sobre las ruinas de las ciudades, ahí donde estarán creciendo los bosques, para retornar otra vez al ciclo de los períodos y de los cambios, que continuarán el eterno retorno de la historia. Aun allí existiría la posibilidad de que alguien recordara la verdad y, poniendo al servicio de ella su ansia de salvación ―que agita en lo más hondo del hombre―, se elevara individualmente hasta la plenitud que significa la reconquista de la expresión total del hombre en el poder superior de toda su potencia. Aun allí, aquel redimiría al hombre.
Pero no será así, porque los tiempos están próximos y la guerra será ganada. Los chilenos de hoy no los verán quizás o serán puestos a un lado. Pero nuestras vidas individuales no tienen importancia, sobre todo cuando pertenecen a generaciones de transición, que aunque comprendieron, tuvieron al mundo en su contra y como única compensación les fue concedido entrever por fin la verdad y hacer imposibles esfuerzos por alcanzarla. Nuestra misión es luchar y transmitirla. Vendrán grandes tiempos.