Escritos

Más allá del nacismo

Artículo

La Nueva Edad, núm. 9 (21-10-41).


Rusia, Norteamérica e Inglaterra

Cuando en otra parte del mundo hay un hombre diferente por completo (no ya parcialmente, como en Alemania y en la Europa actual), si este hombre es fiel a sí mismo y crea sus medios de expresión propios, podrá algún día imponerse por una guerra a aquellos otros que monopolizan el espacio y le dan aun el estilo a la época. Pero como todavía son estos los que dominan en el mundo y los que se imponen a los otros, imprimiéndoles a la fuerza sus costumbres, sus características y sus relaciones, aquellos pueblos totalmente distintos, que no corresponden ni se asemejan en el fondo a los que están «haciendo la historia», permanecerán en situación «colonial» con respecto a aquellos, imitando una vida que no les pertenece y luchando a menudo por cosas que no les atañen. Es por eso que siempre será el hombre nuevo, la nueva generación, que aparece en el centro del mundo, dominante (en Europa, hoy), la que se volverá contra la época en vigencia, iniciando los nuevos caminos y sirviendo de puente de sacrificio.

Los acontecimientos actuales nos ilustran: Rusia era distinta. Ahí hay otro hombre no determinado por el espíritu racionalista en respeto único del cerebro, como en el Occidente. Pero Rusia, oprimida por el Occidente y por el Asia, no supo nunca bien lo que era ni pudo vivir su vida. Fue de este modo como cogió las «teorías» racionalistas occidentales y las llevó hasta sus últimas consecuencias. Se tecnificó y empezó a vivir una vida que no le pertenecía. Mas, como en el fondo Rusia es distinta y como son las fuerzas vitales las que pueden más que todo, Rusia estaba utilizando instintivamente esos medios extraños para volverlos un día contra la Europa enemiga e imponerse sobre ella.

Hoy podemos ver que Rusia ha perdido. Tenía que perder, pues permanecía falseada y, por el camino que marchaba, solo llegaría a la locura. No ha podido luchar contra las fuerzas que cumplen exactamente el destino. Y es mejor; porque imaginamos lo que habría sido una Rusia triunfante, y solo podemos comprender si hacemos la comparación con Norteamérica. Habría seguido marchando, impulsada por sus dirigentes, en el camino fatal de una técnica y de un racionalismo que no le pertenecían, sin alma. No habría podido salir del error y, como posee mucha más vitalidad que Estados Unidos, habría alcanzado las últimas consecuencias de la locura y, conjuntamente con Norteamérica y con la raza judía, logrado el exterminio del hombre y del mundo, por consiguiente.

Estados Unidos está en una situación parecida a la de Rusia. Ahí también hay un hombre diferente haciendo la comedia del europeo y de la «civilización». Pero Estados Unidos no podrá oponer una resistencia tan feroz como Rusia, porque no posee vitalidad terrestre. Será derrotado más fácilmente. Y esto es lo que nosotros esperamos con fervor… porque si no lo fuera…

Stalin es un hombre fuerte, mucho más fuerte que Hitler y Mussolini, su fuerza le viene de la tierra, le sube por las plantas de los pies; pero no pudo vencer, porque no poseía los medios ni el dominio de los medios, porque hacía solo una gran comedia y porque en esta guerra «científica» su alma no entendía en el fondo la técnica, como no la entienden el yanqui ni el japonés.

Esta época solamente la podrá cambiar, para bien del hombre, aquella generación aparecida en su seno, que es diferente, pero no del todo. En la lucha trágica e interna de ese mundo están los que no pueden comprender y que se quedan fieramente apegados a los «intereses» antiguos, que han echado raíces y hongos sobre la vieja enfermedad de la época que muere, y que antes de abrir nuevas puertas a la esperanza, preferirían ver al mundo desapareciendo en una desintegración total. Es la actitud tradicional de Inglaterra, empujada además a ella, por los judíos, jurados enemigos de la salvación y de la potencia vital.

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