«¿Dónde se guarda hoy el gral? Tal vez en lo más profundo del corazón».
El gral pagano sería entonces una piedra grabada, conteniendo las claves de la sabiduría de una civilización de hombres-dioses, que habría logrado detener el tiempo, superar la historia.
El «santo grial» que se busca en la Edad Media es una metamorfosis voluntaria del mito pagano. Se ha transformado a la «piedra» en el «cáliz» en que se habría recibido la sangre de Cristo, al ser herido en el costado por la lanza, sobre la cruz. Lo buscan, a través de selvas y montañas, los caballeros de la «mesa redonda», los templarios y los peregrinos de la Edad Media.
Los cátaros
Cada vez más, se oye hoy hablar de la herejía cátara. ¿Quiénes fueron los cátaros? Aparecen en el siglo X y XI, en el Languedoc, hoy sur de Francia, y son destruidos en el siglo XIII por la «cruzada albigense», organizada por el papa Inocencio III, el Rey de Francia y el monje Domingo de Guzmán. En verdad, la Inquisición se crea para perseguir y destruir la herejía cátara y es puesta en manos de los monjes dominicos. El Languedoc mantenía vínculos mucho más estrechos con Cataluña y España que con Francia. Al triunfar la «cruzada albigense», tras treinta años de una guerra cruel y bárbara, el Languedoc es anexado a la Francia del norte. De no haber acontecido de este modo, otra también sería la historia de España, pudiendo haberse desarrollado en toda su gloria la civilización de los trovadores de Cataluña y del Languedoc.
Cátaro es una palabra griega que significa «puro». Nos llevaría lejos explicar el origen ―muy desconocido―de los cátaros. Hay quienes sostienen que fueron sacerdotes druidas convertidos al maniqueísmo por los misioneros de Manes. Luego se hacen cristianos, aunque dualistas absolutos, al parecer, al estilo de algunos gnósticos. Visten siempre un hábito de lana negra de los Pirineos, creen en la reencarnación, son estrictamente vegetarianos y sostienen que el Antiguo Testamento es obra del demonio, que Jehová no es Dios, sino Satán. El mundo, más abajo del «quinto cielo», no es creación de Dios. La tierra es obra de Jehová, el demonio. Por eso son contrarios al matrimonio y a la procreación, que obliga a encarnarse en esta tierra a los espíritus angélicos. Parece que también aceptaban una especie de suicidio místico, llamado «endura». Los cátaros solo creían en el Evangelio de san Juan y afirmaban que Cristo no se encarna en el mundo de la materia y solo actúa desde el plano astral, pudiendo ser, en verdad, el arcángel Gabriel. Todo esto es lo que se sabe de los cátaros. Lo que no se sabe es mucho más. Practicaban la magia y eran videntes. Su relación con la civilización de los trovadores y la iniciación del «amor puro», de «locura de amor», está documentada, habiendo existido trovadores que profesaron abiertamente el catarismo.
En el sur de Francia, en la vecindad de la bellísima ciudad medieval de Carcasona, los cátaros construyen, sobre la cumbre de una empinada montaña, conforme a leyes astrológicas, según afirma Fernand Niel, un castillo de leyenda: Montsegur. Ahí residen sus más altos sacerdotes, hasta que esa fortaleza, conjuntamente con las grutas fortificadas de los Pirineos, cae en manos de la cruzada albigense, dirigida por Simón de Montfort. Todo es destruido, todo… salvo el gral.
Un alemán
En 1932 se publica un libro extraordinario que hoy es casi imposible de encontrar, pero que al ser traducido al francés produce una verdadera conmoción en toda la región del Languedoc: Cruzada contra el grial, de Otto Rahn. Su autor sostiene que los cátaros, en su castillo de Montsegur, custodiaban el gral pagano, las «tablas de la ley» de los arios, de los hiperbóreos. Cuando la caída del castillo, cuatro iniciados cátaros logran escapar con el «tesoro» y lo ocultan en una de las cavernas de los Pirineos. Los nombres de tres de estos cátaros se encuentran en los archivos de la Inquisición de Carcasona. El nombre del cuarto se desconoce.