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El viajero y su sombra

Fragmentos

Paisaje de la región de Sils Maria, donde Nietzsche tuvo la revelación del Eterno Retorno.
17 julio 2016

Últimos párrafos del libro Nietzsche y el Eterno Retorno.

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La impresión terrible e inefable del éxtasis del Eterno Retorno no abandonaría más a Nietzsche. ¿Qué fue lo que en verdad vio? ¿Un Círculo? La numinosidad de esa visión le haría referirse a ella temblando y en voz baja.

Es posible que el Círculo sea como una «tanka» tibetana, una rueda de la vida o un mandala, que se halla dentro del cuerpo, o del vientre, de un gran ser, demonio o ángel, o dentro de otro círculo, que a su vez está dentro de otro y otros. ¿Cómo salirse del círculo de los círculos, para ir más allá, fuera de todo, aun del centro?

Con los medios que hoy dispone la ciencia, pese a la alta poesía alcanzada, el mundo del Espíritu y de la Mente es inabordable. La ciencia devora a la ciencia; lo que hoy postula, pronto pierde validez, impregnada de transitoriedad. Las Grandes Ideas, la Inspiración, el Éxtasis, la Poesía son, por el contrario, eternos. Se hará necesario pasar a otra realidad, descubrir otra ciencia distinta a la nuestra, una ciencia que no desemboque en la técnica, en la tecnología y que posiblemente existiera una vez en las civilizaciones y mundos desaparecidos: una ciencia que permitía viajar a otros universos, no en máquinas toscas y de material visible al ojo físico, que van en la primera dimensión del tiempo, sino con nuestro doble, con nuestro «cuerpo de psitrones», yendo no por «fuera», sino por «dentro», donde los astros en verdad residen. «El cielo tiene la forma del cuerpo de un hombre», afirmaba Swedenborg, ese viajero impenitente del mundo interior, amigo de los ángeles y que conversó con ellos.

Hemos querido señalar en este estudio cuánto hay de arquetípico en la visión de Nietzsche, porque ella podría aportar al hombre una ilusión de eternidad, quizás de salvador o terrible Mediodía.

Las huellas de esta noble y alta figura humana, de este eremita, se podrán percibir aún en el cielo, allá, muy arriba, donde baten las alas los ángeles-psitrones, o los dioses. Son las huellas de un humo de incienso. Porque él lo dijo: «Incendio y consumación deben ser nuestra vida, y mucho tiempo más que la víctima, vivirán el humo y el incienso de los sacrificios».

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