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El Nuevo Orden Mundial

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Publicado el 16 de agosto de 1993, en la revista chilena Los Tiempos.

Para alcanzar el ideal masónico e iluminista del Gran Oriente de Francia, de los Illuminati, y acabar con las naciones y las patrias («patrias carnales», como diría De Gaulle), hay primero que unificar al mundo, uniformarlo, terminar con el individuo y sus particularidades naturales (la naturaleza no es uniforme, hasta los cristales de nieve afirman y confirman una diferencia; no hay uno igual a otro ―por eso también decía que la geomancia, ciencia mágica de la Tierra y de sus corrientes astrales, electromagnéticas, invisibles, perdura, aun cuando se termine con la geopolítica y con las fronteras físicas y visibles―). Se pretende acabar por ello con la tradición nacional, con las instituciones legendarias, con todo aquello que forma el alma de una particularidad, de una diferencia, lo intangible y que se ha ido creando con amor y dedicación a través de los siglos para entregar tal vez la única libertad posible y verdadera al hombre: el sentirse distinto en un mar de olas efímeras, perecederas, en un punto diferenciado ―geomántico― de un pequeñísimo astro perdido en el universo cerrado. Para nosotros este punto se llama Chile. Un lugar sin duda mágico.

El gobierno mundial ha dividido ya la Tierra en tres zonas bien precisas: la creadora de «tecnología de punta», que amplía y perfecciona el conocimiento, que no queda en manos de sus inventores, sino que pasa al pequeño grupo de cerebros del gobierno invisible. Los inventores estarían allí donde aún hoy se encuentran Alemania, Inglaterra, los Estados Unidos y Japón, comprendiendo tres continentes: la Trilateral. Luego vienen los consumidores de una parte de esa tecnología y hasta posibles manufacturadores de la misma: Italia, España, por ejemplo. El resto es llamado «Tercer Mundo» y está destinado al «abastecimiento y acarreo», como se dice en jerga militar: a producir materias primas y mano de obra barata. Y de allí no podrá ya salirse. Incluye a la América Central y del Sur, África, Asia y el Medio Oriente. Por eso, cuando pretendemos salirnos, se nos envenena nuestra uva, nos siembran cepas de cólera y se persigue a nuestros más imaginativos empresarios, pretendiendo también liquidarnos la industria del cobre si no es transferida a manos del Primer Mundo. Existen órdenes del poder mundial, dadas a sus organismos financieros y de crédito, de no facilitar préstamos ni información tecnológica a los productores de cobre del Tercer Mundo que puedan contribuir al perfeccionamiento de su industria y al desarrollo de la misma.

El Nuevo Orden, el gobierno mundial, no sólo está empeñado en mantener en el subdesarrollo a los países de ciertas zonas de la Tierra, sino, además, en reducir su población en particular y la del mundo en general. Para ello dispone, desde hace tiempo, de medios científicos y tecnológicos muy perfeccionados capaces de producir «virus sintéticos», como el sida y otros aún más letales, que irán apareciendo. Puede también manipular el clima, precipitando catástrofes «naturales», inundaciones, lluvias torrenciales, sequías; o introducir venenos en la contaminación atmosférica, colaborando así con el furor vengativo de la naturaleza que, en la época más negra del Kaliyuga, «se pone a tono con el hombre en su delirio destructor», como me decía el profesor C. G. Jung. De este modo se pretendería reducir la población del planeta, además de con algunas guerras locales, siempre de menor eficacia.

La importancia que a nuestro país se le da, como zona terrestre de especial repercusión planetaria, queda de manifiesto en el bunker que el gobierno mundial, a través de su agente principal, los Estados Unidos de América, se ha construido como embajada en Santiago. Es algo así como la sede de un virreinato, un centro fatídico y gigantesco de manipulación psicotrónica, de información y de proyección de partículas subatómicas, de donde inducir y controlar los acontecimientos políticos e históricos y sociales con necesaria antelación. Y esa sede o centro del imperio mundial del Nuevo Orden estaría destinado no sólo al dominio de nuestro país, sino del Pacífico Sur y de todo el Cono Sur americano hasta la Antártica.

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