La Nueva Edad, núm. 2 (15-7-41).
Su primera colaboración en apoyo al Eje durante la Segunda Guerra Mundial.
Sudamérica es la tierra, es el paisaje. Emocionado continente central habitado hoy por una estirpe de paso, deprimida y transitoria, tal vez. Alguien dijo que los signos eran favorables para dentro de mil años y, mientras, consistíamos en un fantástico crisol en que se confusionaban las razas en su afán de superación.
Sudamérica queda entre dos mundos y un tercero: el norte renegado. Estamos entre el Oriente y el Occidente, sin ser por hoy más que una gran posibilidad, que hay que comprender y preservar. Nosotros, hombres del momento, de paso por esta hora del destino, no tenemos más grandeza ni más misión que el comprender las últimas verdades. Los sudamericanos, principalmente los chilenos, por la razón misma de que no esperamos nada del presente, estamos más capacitados que los extranjeros para comprender la verdad. América del Sur pasa a ser algo así como el espejo del mundo actual, la conciencia. Nuestra voluntad es comprender los símbolos y extraer de ellos las posibilidades futuras, para preservar la ruta definitiva que está destinada a nuestro continente.
En este tiempo de acciones decisivas, creo que nadie ha comprendido en su verdadero significado trágico el vuelo fantástico de Rudolf Hess. Los periódicos hablaron en un principio de deserción, de locura, de extravío y, cuando más, de una original misión de paz. Puede decirse que en la actualidad ya se han descartado las primeras hipótesis, pues el mismo lord preboste de Glasgow ha confirmado en repetidas ocasiones que Hess sigue siendo un «nazi impenitente», que voló a Inglaterra para proponer la paz en términos precisos e inconfundibles, y luego volver a Europa.
Esta verdad, si se observa a la luz de la lógica corriente, es tan fantástica como lo fue todo el acontecimiento en sí. Los políticos mundiales de los últimos años y los actuales políticos de las democracias corresponden al arquetipo liberal-racionalista, que piensa y reacciona dentro del esquema lógico tradicional, o cuando mucho llegan a ser «maquiavelos» de escritorio. Por eso, cuando el mundo presencia un gesto tan inesperado como el de Hess, los políticos no comprenden, se espantan o luego se apresuran a olvidarse del acontecimiento, haciéndolo aparecer para el mundo vulgar, y aun para sus propios ojos, como un acto gratuito, o como una cosa sin importancia.
Pero he aquí que se ha iniciado en el mundo un cambio profundo, que, como es justo, se produce a través de los hombres. La política adquiere otra dimensión y el hombre no es ya un pelele movido por los intereses oscuros y fríos de las finanzas, sino que se conecta a la tragedia histórica y actúa comprendiendo, o sintiendo, sus dolorosas fuerzas.