Últimos párrafos de Elella, libro del amor mágico.
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«La he amado con todo el ser. La he amado con un amor que es más que amor. La he llevado por el mundo, prestándole mis ojos para que vea, mis sentidos para que sienta. Si no puedo amar a nadie más es porque me he quedado frío. Porque yo soy ella».
Iba a pronunciar la oración a la Estrella de la Mañana, cuando escuchó una voz:
«Aún no. Estoy en la tumba».
Y luego, el pariente:
«Es la noche oscura. La corrupción de uno es la purificación del otro. Corruptio unius generatio est alterius…».
Lo que sigue de esta historia es mejor vivirlo en silencio. Tras la nigredo viene la albedo. Albania, la Tierra Blanca, el ascenso a las divinas cumbres, el encuentro con el oasis que existe entre los hielos. Es posible que ella también vuelva y le guíe por los pasillos en penumbra, tal como lo hiciera antaño, hasta dejarle junto a los muros de la ciudad, en la que ella no entra.
El hombre se mira en un espejo. Y en su agua vieja, descubre que su mirada es la de ella; porque ahora él se está mirando desde ella.
«¡Tú eres yo!», exclama.
Y su grito de triunfo precipita el terremoto. Y, al desplomarse la montaña, junto a las costas del sur del mundo, desde el océano, emerge la antigua tierra del andrógino, Elella.