A diez años de la muerte del escritor, como parte de la colección Einherier.
Este es el prólogo de Carl Gustav Jung que acompaña a Las visitas de la Reina de Saba desde 1960:
He aquí un libro extraordinario. Es como un sueño dentro de otros sueños. Altamente poético, diría yo, y lo menos semejante a los productos espontáneos del inconsciente a que me encuentro acostumbrado, aunque conocidas figuras arquetípicas sean claramente discernibles. El genio poético ha transformado la materia primordial en formas casi musicales, así como, en otro extremo, Schopenhauer entendía la música como movimiento de las ideas arquetípicas. El factor principal y conformador pareciera ser una fuerte tendencia estética. Consecuentemente, el lector es cautivado en un creciente ensueño, en un espacio que se amplía cada vez más y en una insondable profundidad del tiempo. El elemento cognoscitivo no juega un papel importante, aunque reside en un nebuloso fondo, todavía vivo en la riqueza de colorido de las imágenes.
El inconsciente —o lo que nosotros designamos con este nombre— se presenta al autor en su aspecto poético, aunque yo lo perciba mayormente en su aspecto científico y filosófico o, quién sabe si con más exactitud, en el religioso. El inconsciente es sin duda la Pammater, la Madre de Todo (es decir, de toda la vida psíquica), es la matriz, el fondo, el fundamento de todos los fenómenos diferenciados que nosotros llamamos psíquicos: religión, ciencia, filosofía y arte. Su experiencia —en cualquier forma que sea— es una aproximación a la totalidad; justamente esa experiencia que se encuentra ausente en nuestra civilización moderna. Es la avenida y la via regia al Unus Mundus.
Kusnacht, Zúrich, 14 de enero de 1960.